martes, 4 de noviembre de 2008

Lluvia

Empapado de felicidad

Se fue como llegó, con las manos cargadas de lluvia. Con los ojos llenos de viento y sonrisas. Y con los labios rebosantes de otoño. Se fue como llegó pero yo no me quedé como cuando llegó.
Empapado de felicidad y con una estúpida mueca en la cara eché a andar. Y no me importó mojarme, porque mil setecientos kilómetros se reducen cuando les miras a la cara, sonríes y dices “Sí”.

Sí, iba nadando por las calles

La masa de hojas secas revueltas con la lluvia se colaba por los poros, por las ropas.

Sí, iba nadando entre las hojas, este color a otoño, esta masilla bajo mis pies.
En una brazada me salpica una señora su sonrisa francesa. En otra, acabo abrazada a un vagabundo en la esquina. Él me cuenta cómo pasa todo, cómo sin darte cuenta estás ya nadando las calles, todo es culpa de esa masilla de hojas marrones. Él me cuenta cómo nadar las calles, cómo encontrar gente caliente y comer como los gatos en los tejados. Él me cuida y damos brazadas en esta lluvia, y subimos hasta los techos de los rascacielos, y saludamos desde las ventanas a los oficinistas del Midtown. Mi vagabundo y yo les sonreímos a personas sin bocas y sin manos encerradas en esos grandes monstruos, en esos molinos de viento, y allá arriba saludando desde fuera, nos sentimos afortunados yo y mi homeless.

Él me enseña a comer las hojas del parque, a encontrar ardillas con guaridas secretas, él me enseña a nadar las calles.

A la hora de comer el agua desaparece absorbida por las alcantarillas, un remolino se forma en cada una de ellas, y se tragan a los gatos, a las ratas, se tragan la masilla y a mi homeless. Entonces vuelvo a casa, ya andando, y me acuerdo de cuando las brazadas nos llevaban al horizonte.



No me gusta salir de casa

"Los días de tormenta no me gusta salir de casa, me mojo, tengo frío y temo que un rayo me alcance.

Los días de sol odio salir de casa, el sol me da en los ojos, la piel se me pone roja.

Los días de nieve prefiero no salir de casa, siempre me resbalo y acabo cayendo.
Los días de niebla me gusta salir a pasear, ¡me encantan!"

"¿Y por qué?"- dijo Jorge.

Contesté- "Por que no te veo"




Botas de agua

¿Te he dicho que me he comprado unas botas de agua?
Son marrones y mulliditas por dentro, muy calentitas.

Me gusta que llueva a mares y tener la excusa perfecta para calzarme mis botas.

Me gusta la sensación al ponérmelas y saber que por mucho que llueva ¡nunca se me van a mojar los pies!

Cuando salgo a la calle, lo primero que hago es buscar un charco, y hacerme pequeña, tener otra vez 5 años, y comprenderlo todo, no necesitar comprender nada. Todo se hace sencillo. Desaparecen las preguntas y aparecen las respuestas. Me paseo por el charco como el que se pasea por la playa. Dejo que llueva, dejo que llueva. Cuando llueve me pongo contenta por que sé que viene otro día para hacerme pequeña. Y disfrutar de los charcos y hacerme coletas...


Noche de lluvia

Llovía, llovía mucho esa noche en Madrid. Lo recuerdo perfectamente, tanto como todo lo demás que pasó durante esas horas, más bien, esos minutos. Estuvimos tomando algo con mis amigos, tenía que madrugar pero le convencí para que viniese a casa, aún no la había visto y no dejaba de recordármelo. “No sabemos cuánto tardaremos en volver a vernos, igual la próxima vez, ya no estoy aquí” fue lo único que se me ocurrió, pero funcionó. No entendía por qué tenía ese empeño, esa necesidad, por qué teníamos que ir a casa…

Lo entendí más tarde, cuando se fue, cuando le vi alejarse con el sonido de la lluvia como única compañía. Todo pasó muy rápido. El sofá, la cerveza, los porros, una película, muchas risas… Se hizo tarde y se tenía que ir. Le acompañe a la puerta y nos despedimos con un gran abrazo y un par de besos. Y de repente, me besó, le besé, nos besamos.
Y se fue. Llovía mucho esa noche en Madrid y no estoy segura si mi voz gritó lo suficiente como para que mi mensaje llegara al final del pasillo “¡Llámame!”. Todavía no me ha llamado y yo no me atrevo a hacerlo… “¡Llámame, joder!”. Mientras espero que suene el teléfono, a veces escucho como llueve afuera mientras luce el sol.


Un poema de lluvia

No recuerdo la última vez que vi llover,

pero ahora observo las gotas que bailan en el tejado.

Nunca he sentido la lluvia sobre mi piel,

mas mi único recuerdo es estar siempre mojado.

Voy de un lado a otro, sin parar,

sin un rumbo o destino marcado,

y es que, si me paro a pensar,

no recuerdo porqué había empezado.

No soy un gran poeta, más bien un ser perdido

y desmemoriado, como podéis ver.

Mas si no le pedís peras al olmo,

tampoco se lo hagáis a un simple pez.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Martika!! q bien que has hecho la página esta!!!
Oye hazme un favor y cuelga el q hice la semana pasada que sí era de lluvia en vez de el de las palomas vale?
Cómo votamos? me ha gustado el último que está colgado, el de la noche de lluvia.
Besolos
Teresa(no serrana)

Guillermina dijo...

falta el mio!!!
May

Marta Serrano dijo...

es que los colgué anoche y todavía no lo habías enviado... ahora lo añado y cambio el de Teresa